EL CORTEJO Y EL APAREAMIENTO
Durante la primavera, tanto en el macho como en la hembra se producen cambios de humor y de comportamiento relacionados con la producción de las hormonas sexuales. La hembra estará mucho más nerviosa y agitada, sobre todo a causa del insistente canto del macho, que comienza a perseguirla al objeto de obligarla a aceptar su asiduo cortejo.
También el ofrecimiento de comida por parte del macho forma parte de la fase de cortejo, que termina en el apareamiento propiamente dicho, el cual suele producirse hacia el final de la tarde: la hembra se acurruca sobre el palo y el macho le sube a la espalda apartando a un lado con su cola la de ella, de tal manera que sea posible el estrecho contacto entre las dos cloacas. La cópula dura pocos segundos y se repite varias veces durante la tarde y en los días siguientes.
La hembra lleva a cabo rápidamente la construcción del nido rellenando con el material que le es puesto a disposición el correspondiente nido de mimbre. En él deposita, por la mañana temprano, un huevo cada día, hasta cuatro o cinco. Dado que los canarios suelen empezar a incubar en seguida, desde el primer día, lo que llevaría a que los polluelos nacieran con bastantes días de diferencia entre ellos, se aconseja sustituir los huevos, a medida que la madre los pone, por huevos artificiales. Si no se toma esta precaución, el primer canario en nacer será tan grande, cuando nazca el último, que aplastará a éste. Una vez ha sido puesto el último huevo, se vuelven a introducir todos en el nido y se espera pacientemente que pasen trece días, que es lo que por término medio dura la incubación.
Durante estas dos semanas hay que procurar molestar lo menos posible a la hembra, que, deleitada por el canto del macho, pasa la mayor parte del día acurrucada en el nido calentando los huevos. Si el macho es un buen marido, llegará incluso a dar de comer a su compañera para ahorrarle el tener que abandonar los huevos. Nosotros, mientras tanto, habremos ya empezado a poner a disposición de la pareja la pasta de huevo, de tal modo que se acostumbre a su sabor y así luego no haya problemas a la hora de emplearla para la alimentación de los pequeños.
Alrededor de trece días después tendrá lugar el gran acontecimiento. Los polluelos saldrán de los huevos casi simultáneamente gracias al truco de los huevos artificiales.
Con los ojos cerrados, con la piel casi totalmente desnuda, cubierta sólo de un fino plumón, y con el pico muy abierto pidiendo comida, los recién llegados no constituyen ciertamente un bonito espectáculo para la vista. Pero su desarrollo será tan acelerado que no podremos por menos que sorprendernos. De hecho, al mes de edad ya se parecerán mucho a los padres, diferenciándose sólo por el tamaño más reducido.
Durante el crecimiento de los pequeños, sobre todo si la hembra es joven, conviene no incomodarla demasiado: si la asustásemos podría hasta abandonar la nidada. El macho generalmente cumple con sus obligaciones de padre empezando a dar de comer a los polluelos a las tres semanas de vida, dejando así que la hembra construya un nuevo nido para la siguiente puesta.
Si todo va bien, podemos permitir que nuestra pareja haga dos o al máximo tres puestas durante los meses de marzo a julio. Es mejor no pasar de ahí, ya que podría salir perjudicada la salud de la hembra.
|